LA CONSAGRACIÓN – A PEDAL – DE LA PRIMAVERA

Entre Plaza Alemania y el Jardín Japonés: una ciclovia sublime para la primavera

 

La consagración – a pedal – de la primavera. Por Andrés Kilstein. Fotos: Jacinto Freixas.

Quien me siga en Twitter, quien conozca mi blog o me haya cruzado por casualidad de traje y montado sobre mi rodado 28 reciclado, sabe que voy en bicicleta a todas partes (los que andamos en bici de traje somos como fluorescentes). Mi rutina empieza de esa manera agitada que carga mi cerebro de oxígeno y pone mi cuerpo en funcionamiento.
La primavera es el momento ideal para detenerse con la bici y observar. No acecha el frío, el asfalto de las ciclovías empezará de a poco a regarse de flores, manchas rosas y violetas que celebran nuestro avance y, mientras tanto, la piedra más gris se ilumina. Prestando algo de atención, se pueden atravesar paisajes estupendos que acompañan al movimiento. A continuación quisiera sugerirles algunos de los mejores tramos para el disfrute de los sentidos en la estación más linda: fragmentos que la bicicleta une como si fuese una costura.

1) Bravard entre Ghandi y Patricias Argentinas (Parque Centenario):

Cuando agarro por Potosí, siento ansiedad por llegar finalmente al tramo de Bravard. Si es fin de semana, cruzo los dedos y espero que los puestos de la feria no se hayan expandido hasta invadirla. Nadie puede negar que es un modelo de ciclovía (¿la Pampita Andonahín de las ciclovías?): un boulevard que quiebra a la calle en sus dos sentidos de circulación, nutrido de árboles y acompañando la curvatura del parque. Los bulevares son grandes invenciones del urbanismo humanista, avanzar por ellos se siente como invadir el pavimento montado en una franja verde y arbórea. Este conduce a un lugar impostergable: el Museo de Ciencias Naturales del Parque Centenario.
 

«La ciclovía de Superí, en Belgrano R, atraviesa una suerte de simulacro de barrio residencial victoriano. Lo juzgo, cediendo a mi imaginación, repleto de ingleses de verdad. Avanzar por esa bicisenda es una delicia: la calma, el silencio y la arquitectura inspirada en el siglo XIX tardío siempre de fondo. El paisaje te convence de que tendrías que tener una bicicleta clásica inglesa»

 

En esta época, a pedal se atraviesan paisajes estupendos que acompañan al movimiento

 

2) Superí entre Virrey Loreto y La Pampa (Belgrano R):

apenas cruzo Elcano, queda la ciudad atrás, como si hubiera sido un sueño. Ingreso en esa suerte de simulacro de barrio residencial victoriano. Lo juzgo, cediendo a mi imaginación, repleto de ingleses de verdad. Los fines de semana deben salir con sus raquetas enfundas, y enteramente vestidos de blanco para no distraer al rival, hacia las canchas de tenis del Belgrano Athletic Club. Avanzar por esa bicisenda es una delicia: la calma, el silencio y la arquitectura inspirada en el siglo XIX tardío siempre de fondo. El paisaje te convence de que si no tenés una clásica bicicleta inglesa negra, no estás invitado a ese convite de refinamiento. Un consejo, cuando termina la bicisenda en La Pampa, doblar hacia la izquierda para conocer las residencias más fastuosas de la zona sobre la calle Melián.

3) Av. Libertador (Palermo Chico):

esta ciclovía es tranquila, segura y te llena de energía verde. Hay tres puntos ideales para detenerse a lo largo del recorrido. El primero es la Plaza Alemania. En su centro uno de los tantos obsequios majestuosos que recibió la Argentina al cumplir 100 años: un monumento-fuente donado por la colectividad alemana. Se puede rodearlo en bici para conocer uno por uno los escudos de los 16 estados alemanes tallados en piedra (de chico jugaba a rastrear nombres de estados que, por la Bundesliga de fútbol, me sonaban familiares). Subís las escalinatas de piedra y te sentás cerca de las figuras de mármol de Carrara para concentrarte tan sólo en el sonido del agua cayendo. Después se retoma la bicisenda y un poco más adelante se encuentra otra maravilla casi ignorada, el Monumento a Caperucita Roja. ¡Fíjense la expresión acechante con la que asoma el lobo por la izquierda de nuestra heroína! Un dato: la escultura es del año 1937, pero hasta 1972 estuvo en Plaza Lavalle, a pasitos de Tribunales. Finalmente, el recorrido puede terminar en otro hitazo del bosque palermitano, el patio del Café Sivori, adentro del museo homónimo. Recomiendo mucho pedir una limonada con jengibre y menta, sentarse a la sombra de los árboles, abrir un libro y sólo detener la lectura para oír el paso intermitente del tren Mitre.
 

Un «ciclo semáforo» lleno de solcito de octubre

 

«El recorrido puede terminar en otro hitazo del bosque palermitano, el patio del Café Sivori, adentro del museo homónimo. Recomiendo mucho pedir una limonada con jengibre y menta, sentarse a la sombra de los árboles, abrir un libro y sólo detener la lectura para oír el paso intermitente del tren Mitre.»

 

4) Billinghurst entre Av. Corrientes y Av. Córdoba (Almagro):

La ciclovía de Billinghurst no sólo debería cobrar fama por ser la más transitada de la ciudad. También por concentrar excelentes propuestas gastronómicas en las cuatro cuadras que separan a las dos avenidas. Qué mejor compañía para pedalear a la noche que las mesas a la calle que se extienden a los costados! Me dan ganas de invitar a mi pareja a comer o tomar algo, agarrar la bici y recorrer de a dos la ciclovía buscando el lugar adecuado. En la esquina de Guardia Vieja encontramos dos bares/restaurantes de diferente onda: Guarda la Vieja, joven y bohemio, y El banderín, historia viva y clásico del barrio. Al llegar a Lavalle nos cruzamos con Ermak, casa de comida rusa atendida por rusos. Y en la esquina con Tucumán, el Musetta Caffé, hermoso desde su ambientación hasta su cafetería.
 

«Perderse» en bici por los bosques de Palermo, nuestro Central Park, es otra opción de primavera

 

5) Costanera Norte hasta el Parque de la Memoria:

Por lo desconectada que está del resto de la red y de calles amigables para el ciclista, no es fácil llegar a esta ciclovía. Pero cuando finalmente accedo (no cediendo en el empeño ante los muchos camiones que avanzan por la Av Costanera Rafael Obligado), me encuentro con un paisaje que hubiera justificado cualquier esfuerzo: el Río de la Plata, y esa rambla, recientemente re-inaugurada, repleta de pescadores y amantes de los carritos. Pero lo mejor viene después. Unos metros luego de concluida la ciclovía me choco con el Parque de la Memoria. Amén de su interés histórico, en este lugar encuentro extensiones enormes de césped casi avanzando sobre el río, con corredores para pedalear o hacer rollers, obras de arte alusivas e incluso una explanada diseñada para skaters. El viento fluvial pegando fuerte en el rostro me hace comprender el significado verdadero de la paz y la libertad. Y la ciudad queda tan lejos que hay que evocarla con el recuerdo.
Por el contacto que te permite con el espacio que atravesás, la bici no es un medio de transporte más, sino una verdadera experiencia. Y mayor experiencia aun es conocer tu propia ciudad andando en bicicleta.